martes, 16 de junio de 2020

La Becaria

Hace dos semanas entré como becaria en esta agencia de publicidad. No es la más grande, pero sí de las mejores. Por aquí han pasado grandes talentos que luego se han independizado y se han convertido en genios de la publicidad reconocidos mundialmente. Las grandes empresas se rifan las agencias como ésta para hacer las campañas más fuertes a nivel nacional. Cierto es que no es la única agencia buena que hay, pero para mi es la mejor. Me encantaría poder demostrar mi talento. Me he esforzado mucho estos años de universidad para poder llegar hasta aquí. Estas prácticas no son remuneradas, pero si lo hago bien quizás me contraten.

El edificio es una antigua fábrica, y el espacio es diáfano y con techos muy altos. Cuando la rediseñaron para convertirla en agencia, no quisieron poner paredes ni muros para favorecer las sinergias entre distintos departamentos. Las mesas, todas conectadas entre si, tienen formas curvas, formando un entramado de calles, similar a la forma de un cerebro, en cuyo centro hay una mesa ovalada, donde solemos tener los brainstorming o lluvias de ideas.

Estoy sentada ahí ahora mismo, esperando a mi equipo para decidir el nombre y la imagen de una marca de zumos que va a salir nueva al mercado. En mis manos tengo un papel que Víctor, mi jefe, me ha pedido que coja de su despacho, con las guías para la reunión: nombre de marca, logo, identidad visual, mensaje.. Todas las pautas que deberíamos plantearnos en este brainstorming. La hoja está impresa, pero por detrás tiene un número de teléfono escrito a mano y ningún nombre. Supongo que hablando por teléfono alguien se lo habrá dictado y lo habrá apuntado en el primer papel que se ha encontrado, que ha sido este.

Mientras espero a que lleguen Rosa, Sergio, Alberto y Víctor voy dando vueltas a posibles nombres para la marca. Luego los iré diciendo poco a poco, como si me vinieran espontáneos a la cabeza. Summ, Zuming, Frutopía.. Estoy tan nerviosa que no me puedo concentrar. Me pregunto de quién será ese número. Igual es de algún cliente. Igual es para un proyecto nuevo. Voy a escribirlo en google a ver qué tal. Si es de alguna empresa supongo que saldrá enseguida.

Tecleo uno a uno los números y le doy a buscar. Nada. Igual es de un alto cargo. Quizás es de una novia. O novio. Que todavía no sé de qué palo va Víctor. Es un tipo ambiguo, la verdad. Sé que vive solo, que le va la marcha y que tiene un Mini. También sé que la última secretaria que tuvo, una tía un poco mayor, bastante seria y que le decía las verdades como puños, fue reemplazada por una jovencita pechugona que dudo que tenga el cerebro más grande que un implante de silicona.

Mientras le doy vueltas a la ambigüedad de Víctor me aparece una sugerencia de Siri. El número desconocido está en mi lista de contactos. Siento cómo el aire acondicionado me abofetea la cara. Llegan Rosa, Sergio, Víctor y Alberto, todos a la vez.

- Ey Lucía, ¿a qué se debe esa cara de tomate? – me dice Sergio
- Déjala, no le saques los colores – Interviene Rosa
- Para tomates los de la nueva secretaria de Víctor – dice Alberto con cierta mirada lasciva
- Venga chicos, dejad los tomates y vamos a los zumos – Corta Víctor
- También existe el zumo de tomate, ¿no? – comenta Alberto con cara de sorna
- A lo que vamos, tío. Que si no no acabaremos nunca y ya estamos empezando tarde – insiste Víctor

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