jueves, 31 de octubre de 2019

Nadie quiere este invierno (Amparo)


3 de Mayo
Durante años papá expresó su deseo de volver a vivir en la isla donde nació, tener un perro y salir a pescar, y que así sería cuando se jubilara. Larga fue la enfermedad que se lo llevó antes de alcanzar la edad y su sueño.
Ahora que me llegó ese momento, espero ansiosa mi primer verano de jubilada. Hace tiempo que proyecto cerrar mi casa y pasar unos cuatro meses al año en el norte, y no voy a retrasarlo. La tía de una compañera me alquila una habitación de su casa en el Cantábrico, junto al paseo de tamarindos, desde cuyo balcón se ven zarpar los barcos hacia Inglaterra.
Vengo sufriendo los veranos de nuestra ciudad, con escasa paciencia; parecen eternizarse entre el calor que hace, la intensa humedad y las noches tropicales. Los buenos recuerdos de algunas escapadas al norte en los meses de estío, lo convierten en mi lugar de referencia en cuanto a pasarlo sin agobios.

12 de mayo
Por una vez tengo ganas ya de verano y de preparar mi escapada.
Lo extraño es el frío que está haciendo en todo el país. En el interior la nieve sigue cubriendo pueblos y ciudades sin llegar a desaparecer porque continúa nevando con escasos días de pausa. Aquí junto al mar, hace el mismo frío que en febrero. Temperaturas bajísimas por el día y mínimas de cero durante la noche.

25 de Mayo
En unos días tendría que partir pero no tengo nada preparado. Sigue nevando de tal forma que hay carreteras cortadas y líneas de trenes canceladas. No puedo optar por el avión; ya no por los problemas también en aeropuertos, simplemente es mi pánico a volar.

1 de Junio
Hablé con la dueña de la casa ya que me esperaba por estas fechas. El paso de la meseta al Cantábrico es sumamente dificultoso. Abastecimiento y poco más. Sigue nevando.

5 de junio
Los científicos no se explican el fenómeno de este largo invierno y le dan demasiadas vueltas sin que haya una predicción fiable de cambio por el momento. Estoy viendo nevar por la ventana. Los copos se deshacen rápidos en la acera. Desde el balcón se ve el cielo y el mar de color oscuro.

30 de junio
Seguimos con el mismo frío. El país se apaga. La gente no sale de casa, nadie hace planes.

17 de Julio
He tenido que cancelar mi habitación frente al Cantábrico. Adiós a mis paseos relajados, a la amabilidad de una ciudad donde la gente camina sin prisa, al vagabundeo de tapas y suave brisa.
No me siento bien. Me duelen los huesos, enfriamiento dicen. El consumo elevadísimo de calefacción finalmente ha llevado a unas horas de restricción cada día.

3 de Agosto
Nieva en todo el país, en toda Europa; ellos saben de esto, aquí la gente empieza a estar trastornada.
He ido al médico nuevamente esta mañana. Me acompañó mi sobrina. La tos que arrastro hace semanas me produce mucha fatiga y no ha querido que fuera sola. Había mucha gente para ser atendida, personas de piel grisácea y ojos rojos.

8 de agosto
Se han llevado mi perrita. No puedo bajarla con este cansancio que tengo y el frío que hace.
15 de agosto
Lo que eran unos días festivos por excelencia se han convertido en una sinrazón. Desplazamientos imposibles y celebraciones canceladas. Hace mucho frío. La avenida desierta. ¿Dónde está la gente?

18 de Agosto
Hoy pasaré el día en la cama. No hay nadie por la calle. Siento una losa en el pecho.

MAYAN COFFESS
Las calles retraídas, los árboles en óbito y las personas en defunción. Es el estado que ha dejado este frío abrumador que ha continuado sin detenerse, solo quedan recuerdos de aquellas muecas desdibujando las playas, aún así puedo atisbar aquella escena extraña donde los protagonistas son dos foráneos, para ellos el mejor momento, ¡NO hay otro!.

Mayan Coffess es el punto de partida, en aquella esquina reposa e interpreta su obra favorita “hasta que te conocí”, descifrando mentalmente es interrumpida por el sonido de la puerta. Alzando la mirada, la misma que ha quedado penetrada en aquel rostro absorbente e interesante, lleno de vida pero abatido; que paradoja más hostil, al darse cuenta del aspecto de simulación, como si se tratara de ficción. No obstante aquella ojeada les ha salvado la vida, pero aún no han tomado conciencia de ello. 
Sin vacilar suficiente Él se acerca sutilmente a la mesa con modestia y agrega:
 -“Que notable obra para una estación lúgubre y sombría”.
Se entreteje en ella una sonrisa para concretar a su ilustración:
-“las mejores historias literarias han surgido de temporadas tétricas y fúnebres, para dar entrada a ese cálido sol luminoso lleno de vida pero que sin la antesala de lo melancólico no tendría sentido”.
Atónito ante la capacidad de razonamiento de aquella joven, busca comprender y al mismo tiempo hallar ese amor donde la mayoría habitan en dolor, donde él mismo hace parte de ese hábitat superficial y desierto, pero es ella, solo ella  logrando llegar a las profundidades de lo descompuesto y extraer su belleza; lo contrasentido es que él mismo hace parte de esa materia gastada y exhausta, pero sorpresivamente es rescatado por la elocuente voz de esa mujer que se ha convertido en su amada. 
La conversación cada ves es más profunda e intensa, logrando llegar insondablemente hasta el alma

miércoles, 30 de octubre de 2019

BLANCO Y FRÍO

 BLANCO Y FRÍO

Me hablaban de lejos, muy lejos y todo a mi alrededor era blanco. 
Nada tenía el aspecto que solía tener habitualmente. Quería investigar, enterarme de lo que ocurría allí. No podía oler, escuchaba mi propia respiración y pitidos, muchos sonidos agudos que generaban revuelos y gritos. Sólo intentaba situarme. Lo último que recordaba era que estábamos en la playa, hacia calor. Una leve sonrisa se me escapaba, recordaba el oleaje, el salitre en mi cuerpo, uf qué placer.
Y ahora, de repente, hace frío. No puede ocurrirme esto, en Valencia, en pleno verano y muriéndome de frío. El helor que percibo no es normal. No estoy en lo alto de una montaña, en medio de un glaciar, no es invierno. Y lo peor, estoy sin ropa y tumbada sin defensa alguna.
Estaba en sus manos, me dejé llevar. Alguien me susurró, me habló dulcemente, y yo, mirando hacia el techo vi una luz intensa y blanca. Intenté contestar y fue inútil, la sensación de placidez me embarcó en un profundo y frío sueño. Nunca antes me había podido dormir con tanto frío. El ser humano siempre intenta sobrevivir o protegerse de sensaciones molestas. Yo no podía.
Sentía frío.
Me desperté en una cabina blanca, seguía desnuda y atada a tubos y máquinas. Alguien me habló. Nina, no hay ningún problema, ya no sentirás dolor, el chip está en tu cuerpo. Te han vuelto a ordenar los recuerdos. 
No entiendo nada, ¿quién me habla? Empieza en mi interior una lucha, pero contra qué o quién. Pasa por mi cabeza una idea fugaz. Todo lo que has vivido es una farsa. No eres profe, no tienes hijos, todas tus vivencias no son tuyas, etc. 
Esa voz insiste:
No te alteres, es cuestión de tiempo. Ya pasó, mañana de nuevo a trabajar en otro nivel.  Solo es eso, una voz. 
Sigue haciendo frío, me muevo y vuelven los pitidos. Alguien grita, y yo sólo quiero agua, y salir de allí. 
De repente, suenan más rápidos y más fuertes, todos a la vez, y me veo tumbada en una camilla y mucha gente gritando, todos hablan a la vez. No necesito que me ordenen los recuerdos. Una congoja me llega desde lo más bajo, me quedo sin respirar y lloro. Sigo en manos de alguien que no me explica ni comenta lo que están haciendo conmigo. 
Esta vez mi cerebro parece revelarse, no quiero olvidar y ellos lo notan. En la agencia de viajes no hablaban de sensaciones, sólo de experiencias. ¿No saben que el cerebro humano evoluciona con ellas? Si la experiencia es muy  fuerte, podré avanzar evolutivamente? 

Habían anunciado que proporcionaban experiencias inolvidables. Pero, son olvidables,  de hecho no me he enterado de nada. Me quieren hacer evolucionar sin contar conmigo. 
¿Por qué una experiencia hace crecer a unas personas y a otras no les afecta?
¿Tiene algo que ver con los momentos que vivimos? ¿Somos dueños de esos momentos o el chip de la agencia me niega la voluntad?

Sigue haciendo frío, es lo único de lo que estoy segura.
Al fin, me levanto, me enrollo en una sábana y me asomo a un pasillo interminable, pero afortunadamente vacío. Bravo, estoy haciendo algo que no está dentro del chip…o eso creo. 
¿Por qué no hay color alguno? 
Vuelven las voces, me quedo quieta y nadie me ve. Me he camuflado en el blanco. Esto puede ser lo mismo que pasar inadvertida o estar muerta.  No me gusta. Si no me ven ni me oyen, es posible que haya desaparecido. Estaré muerta. No creo, sigo pensando, en cualquier caso es poco oportuno pensar en pensar. Debería actuar, pero para qué?

Prometo no volver a esta agencia. Es una experiencia vacía, la nada no se experimenta, solo se sufre. Y no me apetece sufrir.

Cambiaré de agencia. Iré pronto, ahora me voy a recuperar de la fría nada.
Marina Defez


martes, 29 de octubre de 2019

Tal vez

TAL VEZ

Villa Diodati, a pocos kilómetros de Ginebra. Finales de Agosto de 2019. En el exterior nieva copiosamente y el termómetro marca siete grados bajo cero. 
En otro año de “no verano”, la mansión diseñada, sin saberlo, para engendrar en 1816 éxitos literarios de terror, acoge a Ángela, que espera impaciente la llegada de su corta familia. Está inquieta.La posibilidad de que sufran algún accidente la perturba.
La idea empezó a gestarla con el anuncio de una octava “dana”, con la asfixia del Mar Menor sin que nadie fuese capaz de hacerle el boca a boca, con la cara contraída y malhumorada de una adolescente sueca promoviendo escolares huelgas climáticas, con la selva amazónica en llamas, con ese tropel de siniestras noticias que martilleaban su cabeza. 
¿Tendrían  que aprovisionarse de alimentos y vegetar en un búnker durante años, o sería mejor disfrutar del sexo, del alcohol y de todo aquello que sonara a prohibido ? Se preguntaba a sí misma. 
Racional, como casi siempre, pasó del humor al temor al aceptar que el invierno no les abandonaría este año. Su Valencia mediterránea temblaba en un junio con dos grados de temperatura.
Le pareció original pasar unas vacaciones emulando a Lord Byron y a sus amigos y, sorprendentemente, los suyos aceptaron, sin reparos, la invitación.
Excitada, alterna  lágrimas y sonrisas. Llora por si a sus hijos no les queda la posibilidad de atesorar tantas vivencias como las que ella ha conseguido; por si sus nietos nunca llegarán a ser adolescentes; por si no puede desplegar más su amor sobre cada uno de ellos. Pero también sonríe porque recuerda lo mejor de cada uno, con una selección certera y acomodaticia de su cerebro, que sólo se centra en lo bueno.
Llegan los suyos, al fin, con el avituallamiento necesario para pasar los siete días en esa mansión que exhala romanticismo, que está  impregnada de poesía fantástica.
Empieza el juego. Se esconden los móviles y artefactos que puedan distraer la atención. Se apagan televisores y radios. Sólo se admiten utensilios de escritura y de pintura.La propuesta es sencilla : todos y cada uno han de escribir un relato o un cuento, o hacer un dibujo relacionado con todos ellos.
Los días van pasando plácidos.  La temperatura ha seguido descendiendo diariamente y casi no han salido afuera. 
Han puesto un enorme empeño en conocerse de verdad, desentrañando el interior de cada uno. Hasta los niños han sido capaces de dejarse seducir por este juego de descubrimientos. Lo han hecho a su aire, con los límites de su edad, pero con la armonía que parece les invade a todos.
El quinto día es el elegido para dar a conocer los resultados. Los relatos han sido variados en contenido y en forma, pero no ha habido sorpresas: el mensaje y su envoltorio dan a conocer al autor descaradamente.
Se han plasmado los reproches , las angustias, las oportunidades perdidas, los errores, los pensamientos furtivos , los actos que cambiaron vidas sin pretenderlo , las promesas incumplidas, los celos justificados y los absurdos, las exigencias sin fundamento, el dolor; pero también los agradecimientos, la admiración, la esperanza, las lealtades, la compasión y el perdón. Los dibujos infantiles resultan tan conmovedores y sinceros como las palabras de los adultos.
Leer y escuchar son actos repletos de valentía, dificultados por el llanto que aflora con demasiada frecuencia. 
Hoy llega el día de la despedida y, en cierta forma, del duelo. Les cuesta abandonar las habitaciones, pero tienen que regresar a las respectivas casas. Casi no pueden moverse, la intensidad de las emociones les pesa físicamente.
Finalmente, abren la puerta y, asombrados, comprueban que la nieve se derrite, que hay flores y plantas que van aflorando para contrariar al blanco níveo.
Encienden  presurosos el televisor, que enmudecieron al llegar. Los canales internacionales, tanto por audio como con grafías, informan de  un esperanzador giro climático, sin base científica alguna.
Ángela medita unos segundos con los interrogantes autorizados por lo vivido: ¿más gente, como nosotros,  se reunió para despejar dudas, eliminar conflictos y demostrar amor incondicional? ¿Tal vez, entre todos, hemos logrado una energía sanadora ? Tal vez.





Lumay (Lo perdido)

de Liris Acevedo Donís


Intenta preguntar a los cuerpos sacrificados,
secar cadáveres y huesos dispersos
La razón de sus muertes;
Escucha los gritos que responden
los gemidos penetrantes
y los lamentos de los niños:
Si eso es lo que viste
Si eso es lo que escuchaste
Rashid, ¿qué harías? 
Hidraawi
Poeta somalí


Apuraba la cuarta taza de chocolate sacando cuentas de cuántos días le quedaban todavía a este frío Agosto madrileño que parecía extenderse más de lo previsto. A mí me iba bien; comprar tabaco y comida cuando quisiera, mandar dinero a mamá y con Lumay en la escuela todo el día ¿qué más necesitaba? Ya no recordábamos aquellos días tan feos cuando el mar se tragó a Habiba. Ya todo eso era pasado. Aquí teníamos comida caliente, un hueco donde dormir y no más miedo. Mi nombre aquí es Mantero, ya no Rashid, como me bautizó mi madre. También ¿Vú cumprá? como aprendí de mis compañeros a preguntarle a los paseantes en plena vía pública para venderles mi mercancía. No me hace falta saber más. Vendo bufandas y aprendo español muy lento, sólo por Lumay. Porque algún día tendrá novio acá y quiero conocerlo bien.

Escogí bueno venir aquí, sí. Vender bufandas con frío me da buen dinero; y ya éste otro año de frío me cae muy bien. Todos necesitan bufandas con el frio. Me meto en el metro, aquí se está muy caliente, y tomo chocolate todo el día. Una taza, otra, y ya no tengo más hambre. Ni me acuerdo de esa sensación de hueco en la panza. Le doy también su chocolate caliente a Lumay sólo despertarla, que aquí es de noche todavía a las 9 de la mañana, y es lo difícil, lo sé, porque tan chiquita estas mañanas oscuras y frías no apetece salir con tanto frío. Tanto frío y ya estamos en Agosto. Cuando llegamos era Marzo y ya no llovía tanto como ahora. Tampoco hacía este frío, ya comenzaban a florecer los cerezos, recuerdo la avenida color lila que tanto me hizo sonreír al llegar. La lluvia tampoco ha parado desde Diciembre pasado; la gente dice que no es normal, que nunca ha llovido tanto así, que algún desequilibrio ocurre en el mundo. Pero yo prefiero este frío que el calor. En mi país el calor es hambre y sed, por eso nos fuimos. No nos importó el mar ni la noche oscura; sacamos todo el dinero y se lo dimos al hombre de gafas oscuras, nos montó con cincuenta personas más en el barco y partimos hacia la noche. Toda nuestra vida la cargamos allí esa noche. Atrás quedo mamá y los hermanos. Yo le dije a Habiba, Yo voy primero, tú quedas con Lumay, después vas, pero ella no quiso. Ella fuerte, pensó que resistiría ese mar tan bravo. Pagamos 500 euro y nos montarnos con cincuenta gentes más. Lumay pequeñita, no entendía nada. Hasta la ola enorme que rompió la barca. Éramos muchos, todos apretados allí, caímos al mar. Vi a Habiba lejos flotando, ella tenía a Lumay abrazada. Luego no las vi más a ninguna, estaba muy oscuro eso. Hasta que Lumay vino flotando hacia mí, los ojos grandes de miedo, tragando agua. No sé cómo no hundió, ella no sabe nadar. Creo que luchó mucho por no hundirse, estaba muy cansada cuando la atajé. La jalé tragando mucha agua, y cuando alcé la cara, ya no vi más a Habiba. Como tragada por el mar. La gente gritando, muy desastroso, muy oscuro todo. Así llegamos a Almería cuando abrí los ojos. Era Marzo, y no hacía tanto frío como éste. Es muy raro. Sí, debe haber un gran desequilibrio mundial.

Lumay no recuerda nada de eso. Y no quiero. Toma su chocolate diario que yo le preparo, y va a su colegio con muchos abrigos. Su enorme mochila más grande que ella, y muchas bufandas en el cuello para que no le coja frío la garganta. Las más coloridas se las doy a ella apenas las compro, las que más le gustan se las lleva. Apenas la veo alejarse por el patio del cole, su cabeza en medio de los niños rubios, pienso Pobrecilla, es una pelota de tela. Ella me suelta a veces, Papá,¿nunca me pondré mi vestido amarillo de tiras con la bufanda naranja? Pero no sé qué decirle. Lo compré en su cumpleaños ese Agosto con mi primera venta, pero aquí ya es Agosto y no se va el frio. Hasta nieve ha caído que Lumay no conocía, pero aparte de rara le gustó mucho, y siguió sintiendo frío. Hay que aguantar para el estudio, le digo. Porque hay grandes desequilibrios en el mundo. Ella entiende; sabe que debe estudiar mucho. Ojalá la viera Habiba. En mi país yo mismo era maestro y no me sirvió de mucho estudiar para vender bufandas. Mis compañeros dicen, no vas a sobrevivir sólo con bufandas, vende zapatos, vende gafas de sol. Pero yo prefiero bufandas mientras dure el frío. Y Alá está con nosotros. En verdad creía que en Agosto habría sol; lo recordaba cuando llegamos. Pero pasó Mayo, Junio y todavía llevan bufandas. Un invierno muy largo, dice la gente. Yo no imaginaba, mi país es muy caliente todo el año. Pero yo estoy feliz vendiendo tantas bufandas. Aquí aprendo las letras con Lumay, ella me enseña la buena pronunciación.

En Enero comenzó a llover sin parar. Vino nieve, que eso no pasó cuando llegamos. Ahora entiendo que no es normal, que algo pasó que no se paró nunca el frío y no ha pasado el sol por acá en todo este año. Pensaba eso apurando mi quinta taza chocolate y sintiendo que escogí bueno aquí, porque el chocolate en Italia es muy malo, me dicen los compañeros que vienen de allá. Aquí puedo poner termo a tope con chocolate hasta que me escuece las tripas. Ni siquiera extraño el Icun de mamá que era tan bueno. Y tampoco quiero saber nada de esos veranos. Aquí chocolate espeso con canela, anís y cardamomo, como preparó mamá aquella navidad cuando el ejército nos dejó chocolate y comimos en Ramadán con tanto calor que nos desmayamos. El calor allá no es en juego. Acá lo extrañan en Agosto, pero yo les digo, el calor allá es hambre, este frio es bueno. Es vida. Trabajo. Aquí aman mucho el verano. Les recuerda su niñez, las vacaciones, la cercanía del otro. Pero el verano con hambre no es alegre, Señora, le aseguro. Ella se queja de sus rodillas por el frío, pero yo le digo, Ud no conoce la sed. Esa sed que no para ni por beber todas las cervezas. En mi verano nada la sacia, es como si el cuerpo fuera avaro de agua. ¡Aquí abres un grifo y puede beberse toda el agua! Lumay me repite lo de la escuela, Papá debes beber un litro de agua al día. ¡Si somos camellos de dónde venimos, hija! le repito. Por eso escogí bueno aquí. Con todo y este frío.

Hubo algo extraño; el domingo pasado Lumay no quiso salir a jugar. Eran las 12 del día y comenzaba el tiempo de vacaciones pero no se veía ni un solo niño en la plaza. Ella se embojotó en su cama y siguió durmiendo. Por la ventana vi que el árbol estaba escarchado por el rocío de la noche, y las pocas hojas que reverdecieron con dos días de sol, volvieron a caerse. El columpio de la plaza aún estaba bajo nieve, parecía lindo pero al salir no lo era. Era Agosto y tiritaba. No me importa salir con lluvia y nieve, pero ya tantos meses se hace cansón. Dejé a Lumay durmiendo y puse chocolate en su mesita, tampoco quiero el fuerte calorón de aquellos veranos para ella, pero verla así, tan pálida, con las yemas de los dedos arrugadas como una viejita, no me gusta. Así las tenía cuando salimos del mar aquella noche. Como yo soy de un país de 40º bajo la sombra que aquí nadie conoce, me traje el hambre pegada al estómago y creo que está bien. Tengo trabajo, y Lumay va a la escuela. Escogí bueno aquí. Lo feo ya pasó del todo.

Pero mi niña haló mi abrigo cuando posé el chocolate sobre su mesa,
-                    -   Papi, ¿cuándo llega el verano que dicen mis amiguitos?

De repente, me vi corriendo desnudo en Shebelé sobre prados silenciosos de alta hierba amarilla. Al fondo, mamá haciendo reír a las tías que sudaban bajo el sol intenso de las 6 de la tarde chupando caña. Los hombres echaban cuentos en el portal de la casa sorbiendo té oscuro, ya terminado el jornal del pastoreo. Un cielo anaranjado quemaba los delgadísimos brazos de mi hermana dándole de mamar a su ávida cría de ojos enormes y panza inflada, aferrada a la vida en cada succión. Habiba, recuerdo, se echó a llorar cuando supo que tendríamos un hijo. Tanto tiempo juntos y Alá no nos había bendecido. Igual la vi llorar rogándome salvarnos de esa última hambruna que pensamos se llevaría a Lumay. Lumay, se llamará para que no olvide lo que dejamos, dijo ella. Y nos echamos al mar. Ahora la veía con su barriga enorme, acariciándola igual que como la brisa agradecida acaricia el follaje de las copas raquíticas de Acacias bajo el calor. Mi niña tiembla sobre el lecho; no conoce esas noches de carámbano bajo las estrellas. Tampoco el hambre, es cierto, pero el horizonte de cantos a cielo abierto, el vaivén del río acariciando los pies en chapuceo, le eran tan ajenos como este invierno a mí, que no sabía ni pronunciar mi nombre.

De repente, la tonelada de sábanas que sepultaban la hermosa piel de azabache de mi niña, ahora marrón desleída, me pesaban a mí más que a ella. Recordé que Somali era mi patria, y que hallé bajo este frío un hogar donde apenas me hallo. La televisión al fondo transmitiendo noticias, anuncia un invierno feroz que se prolongará por tiempo incierto. Resguardarse, tomar medidas. Nadie sabe cuándo ni cómo terminarán las heladas. Recordé el lugar del sol de los abuelos cuando al lamento de campesinos en la televisión lloraban la pérdida de sus cosechas de trigo, de olivos, de habas. Recordé que huimos aquel año doloroso cuando el intenso calor asoló mi país con tanta muerte. Un enorme desequilibrio pasa en el mundo. Recordé.

Entonces Lumay me abrazó como cuando en medio del mar la hallé extraviada. Como cuando abrí los ojos y el cuerpo de mi amada Habiba se había alejado, y la hallé sin alma a pocos metros de nosotros sobre la arena. Lumay no vio nada, tapé sus ojos. Pero yo sí la vi. Aquí la tengo enterrada, adentro, en los ojos. El verano que creí dejar atrás, ahora nos helaba bajo este cielo nuevo. Y viendo a mi niña, dejé escapar 
-                   -  El verano vendrá si recordamos…

Y de repente, un cálido rayo de sol sobre las sábanas, selló mis labios.

miércoles, 23 de octubre de 2019

EL CLAMOR BAJO EL INVIERNO 

Es finales de Julio , me encuentro decaído, desquiciado porque no comprendo este caso. Salgo de mi habitación  y cuestiono a mis padres: ¿Que ha pasado con el estío?, salgo a la calle y pregunto a mis vecinos, ¿y el calorcillo?. Continuo mi ruta hacia el autobús e interrogo al conductor, ¿y el calor? ¿Adonde se ha ido?; bajando la mirada observo como manda un trago amargo de su prominente nuez; junto con ella parece dilatarse y enseguida una combinación con sus palabras diciendo: ¡Se ha ido a lo más recóndito del cosmos!, es como si el orbe se lo hubiera devorado. 
Termina el recorrido, me bajo muy cerca de la playa, exactamente en la Patacona, (prolongación natural de la Malva-rosa), vigilo abatidamente los restaurantes a su alrededor, jefes y empleados llenos de murria; pasmados sin encontrar respuesta a este hecho que se traduce en un marco lúgubre y sombrío. 
Es como si el tiempo se hubiera detenido, ha quedado preso en la atmósfera, dando una apariencia gris y oscura. 
Llega Finales de agosto y no sabemos qué hacer, nos encontramos abatidos, desconsolados, es un sentimiento que no tiene significado. 
De repente surge algo inesperado, el resplandor de nuestros ojos, el realce del alma parece dar esperanza. Se trata de José Antonio Maldonado, ¡SI!, todos lo conocemos, el Meteorólogo más conocido de España, ha venido a nuestra ciudad para dar el resultado final, el diagnóstico de lo que se cree que viene en los próximos meses. 
Estamos atentos a su voz, como niños esperando una buena respuesta de papá, un buen regalo, con el oido extenso y vasto a lo que posteriormente escuchamos: 

“Hemos estado analizando, detenidamente examinando la situación meteorológica, y no hallamos respuesta, creo personalmente que hemos cruzado el confín de la fundación del cosmos, la creación y su autor se han hastiado de la humanidad, hoy son ustedes, mañana seremos todos en cada paraje de la tierra; la respuesta no está en la inteligencia física y sus propiedades, tal vez sea un llamado de atención a la vida misma que nos hemos arrebatado, aquella que hemos lastimado, acuchillado con nuestras manos”.


Y finaliza con estas culminantes palabras que nos lleva a tomar acción:

Quiero que observen detenidamente al cielo, luego examinen el aire y las partículas suspendidas que hay en él,

- Pasan algunos segundos en completo silencio y atención, luego continua diciendo: 

En las próximas cuatro semanas cambiarán sus hábitos diarios de supervivencia, iniciando en su modo de movilizarse sobre la ciudad; los coches y todo tipo de traslado lo dejarán aparcado para cuando finalice la primer semana, se fijen nuevamente en la atmósfera el bandazo que se ha producido. 
Luego, segunda semana: cada uno tendrá una dosis exacta de la cantidad de agua que deben consumir durante el día, si tan solo uno infringe cierta ración no esperen un canje de climatización, todo aquello que contamine el aire, monóxido, dióxido, procesos químicos etc, todo será suplantado por formas ambientalmente sanas, de esa manera podrán experimentar una metamorfosis saludable y que a la vez se hace indemne ante cualquier agravio.  Tercera semana: se desentenderán de cualquier aparato electrónico: móviles, ordenadores, tablets etc, el tiempo que anteriormente dedicaban a ello, ahora lo emplearán en conocer, comprender, percibir cada una de sus emociones, características propias de cada uno, defectos, cualidades, debilidades y fortalezas. Y finalmente en la cuarta semana la destinarán solamente a meditar en cada una de las cosas que han hecho, han cambiado y han trasformado y de manera paradójica se darán cuenta que aquella fuente de luz que nos provee de energía y calor natural, desembocará nuevamente, como si se tratase de un nuevo nacimiento que clama respeto y honor bajo el invierno abrumador que nos ha acechado. 


Continua...

martes, 22 de octubre de 2019

No hay calma tras la tormenta


NO HAY CALMA TRAS LA TORMENTA

Rosma



 
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NO HAY CALMA TRAS LA TORMENTA

Rosma



El día sucede a la noche, después del frío invierno llega la primavera, tras la tormenta siempre llega la calma….

Conservo en mi memoria estas frases, me las repetía a mí misma en los malos momentos para recordarme que todo volvería a la normalidad. Pero es que entonces la vida la vivíamos en ciclos predecibles y ello nos daba estabilidad, nos hacía sentir seguros.

Sin embargo, descubrimos que las leyes naturales no eran inmutables. Que las explicaciones de astrónomos y físicos estaban muy lejos de la realidad, que lo que imaginaban como algo imposible, se cernía sobre nuestras cabezas como la espada de Damocles. Y esta es la gran ironia del destino, Damocles es el nombre del meteorito que originó el fin de todo lo conocido.
Cuando el asteroide fue descubierto en 1991 se vio que tenía una orbita completamente diferente a los demás conocidos. La órbita de Damocles penetraba desde dentro del afelio de Marte hasta Urano, lo que les llevo a pensar que terminaría en el centro del sistema solar. Decenas de miles de millones de años tardaria Damocles en completar su orbita, pero no sucedió así. El equilibrio gravitacional se desestablizó por la lluvia de meteoritos producidada en el paso de Damocles sobre Marte desde la constelación del Dagón.

Aquel día todo cambió. Comenzó el principio del fin. 
Nuestro sistema solar se apaga y con él nuestro mundo tal y como lo conocemos. Nos sumergimos irremediablemente en las tinieblas del sol agonizante.

Lo que sucedió a partir de entonces no lo puedo describir.

Demasiado dolor...

La rapidez con la que la vida se extingue es vertiginosa. Morimos atenazados por el frio y la falta de luz. Ya no hay calidez a la que aferrarse.

Desde la certeza de la muerte inminente, me paralizo al saber que no volverá a amanecer.

Me estremezco al sentir que la oscuridad nos ha invadido como la más mortífera de las plagas y me aterra saber que ya nunca, nunca más volverá la calma tras la tormenta.








lunes, 21 de octubre de 2019

Los Elementos



   Esta es la historia de mi larga vida, de mi larguísima vida.
   Hoy es mi cumpleaños y tengo una sensación de frío y melancolía dentro de mí, que no me acaba de dejar ser feliz. Miro a mi alrededor y veo a los demás con la misma decrepitud en la que yo mismo vivo instalado desde hace décadas y siento frío, mucho frío.
   Desde que llegué aquí de mi largo viaje en el mes de abril y de esto hace cinco meses, no he dejado de sentir ese frío. Que ha pasado en estos años durante mi ausencia?
   Nací en un pueblecito , cerca de la costa del mar Mediterráneo , en el Levante feliz. Mi padre se llamaba Eloy , aunque realmente debo mi existencia a un tal Karl Ziegler y a Giullio Natta, paradojas de la vida los dos nacieron en este continente castigado hoy por este frío intenso y helador. Donde están aquellos veranos, donde los turistas llenaban las playas ?
   Bueno, estoy hecho de polietileno y nací para transportar unas preciosas y simpáticas naranjas hasta un mercado de Londres. Allí me separaron de mis amigas, de las cuales no he vuelto a saber nada y a mí me usaron de nuevo para transportar otras cosas hasta la playa de Brean Sands, cerca de la ciudad de Bristol.
   Ese día no lo voy a olvidar jamás ! El primer elemento entró en acción, una fuerte ráfaga de viento me arrastró inexorablemente hasta la orilla de arena dorada y allí sucumbí al otro y definitivo elemento, la corriente.
   Me quedé a merced de ella durante meses y vi pasar junto a mi ,multitud de grandes peces, tortugas, delfines, a todo tipo de animales marinos hechos para disfrutar y vivir en este nuevo medio, inhóspito
para mí, que es el océano.
   Rápidamente empecé a perder aquel brillo del que siempre me he sentido tan orgullosa, ser una bolsa roja de red , era " lo más ".
   Pero la corriente me llevó donde durante décadas quedé atrapada. Al principio mi vida fue de lo más placentera, no eramos muchos, pero poco a poco la situación empezó a empeorar y al final era insoportable, todos los días los elementos nos traían toneladas de nuevos compañeros que iban ampliando la isla. Me faltaba el aire, el hedor se hacia insoportable y no te podías ni mover.
   Aquellos preciosos animales que pude ver en mi viaje hasta aquí, empezaron a llegar moribundos enredados entre mis compañeros y a pudrirse entre todos nosotros, un espectáculo dantesco, un horror!
   Alcanzamos una dimensión tal , que al final los mismos elementos decidieron mudarse de allí, cambiaron los vientos, las corrientes marinas modificaron su trayectoria y como consecuencia de todo ello el clima de mi adorada Europa se modificó. Sus cálidos veranos con aquellas tardes llenas de conciertos y actuaciones hasta la noche en que la fragancia de las flores inundaba con sus dulces aromas cada rincón de cada plaza y de cada calle, ha desaparecido.
   Yo salí de allí ayudado por un grupo de personas jóvenes, desaliñadas, que dicen estar preocupadas por esta desaguisado no natural y que se han jugado la vida para rescatarnos de ese infierno.
   Ahora espero en esta planta de reciclaje en Portugal una nueva vida, que me ayude a olvidar todos esos momentos de angustia, incertidumbre y desasosiego , que a lo largo de estos últimos años han hecho mella en mi. En este momento tengo una sensación de tranquilidad, libre de la culpabilidad que durante mucho tiempo me obsesionaba.
   No soy yo la culpable, son los que nos manipulan y permiten con sus acciones , que los elementos nos transporten a lugares donde nosotros no queremos ni ir, ni mucho menos permanecer.
   Solo sueño con que el resto de mi larga vida sea mucho más provechosa y respetuosa con el medio ambiente que me rodea y que si el reloj del tiempo me lo permite vuelva a ver a todos esos maravillosos seres cruzar el océano, con la misma alegría que los vi en su día.
   Nada en esta vida haría más feliz a lo que queda de esta red roja de polietileno.



sábado, 19 de octubre de 2019

JUEGO ADOLESCENTE



JUEGO ADOLESCENTE
Lola  y Luís llegaron al cálido local. No se conocían, pero allí empezó todo.
Lola, sofisticada, silenciosa, esbelta, muy elegante, lucía un vestido ceñido a su delgada figura. Se quedó quieta, serena, lujuriosa y a la vez intensa. Respiraba, sí respiraba.
Luís pensaba ¿Por qué esa desazón?...
Ambos dos sin saberse ni  escucharse se sentían próximos. Sudorosos libraban una lucha cercana y, curiosos, como si se tratase de su pantalla táctil, con pulsos temerosos, ampliaban su emoción.   

El raso suave y terso deslizaba sedoso su tacto.  

Se fueron recorriendo y tanteando, con mucho vértigo y a ciegas, todo su cuerpo desde la punta de sus pulgares, por sus largas y tersas piernas. Sus manos subían sigilosas y ociosas, a ratos morbosas, a ratos temerosas por las trémulas espaldas. Todo un sendero de sensaciones a veces dolorosas, a veces tumultuosas.   
¿Por qué esa sensación?
Algo poco usual les esperaba al  final de aquel cúmulo  de formas y texturas. De la seda al raso, de la piel al vello, saltando de un músculo a otro se encaminaban hacia zonas peligrosas. La imaginación y el deseo libidinoso crecían.
Sentían placer y a la vez un mareo, un desequilibrio mental y físico se apoderaba de los dos y…

¡Qué alivio, al final sonó la campana! ¡El juego terminó!
Ya podían liberar sus ojos, se quitaron las vendas. Se miraron y lanzaron
suspiros y  sollozos  al contemplar la hilera de braquets que ambos lucían en aquellas lindas y últimas zonas por explorar. Todo iba bien. Siseando y ceceando se dijeron con risas y dificultad las palabras que terminaron su relato:
¿Te gusta el alambre?

Marina Defez

La Becaria

Hace dos semanas entré como becaria en esta agencia de publicidad. No es la más grande, pero sí de las mejores. Por aquí han pasado grandes...