sábado, 19 de octubre de 2019

JUEGO ADOLESCENTE



JUEGO ADOLESCENTE
Lola  y Luís llegaron al cálido local. No se conocían, pero allí empezó todo.
Lola, sofisticada, silenciosa, esbelta, muy elegante, lucía un vestido ceñido a su delgada figura. Se quedó quieta, serena, lujuriosa y a la vez intensa. Respiraba, sí respiraba.
Luís pensaba ¿Por qué esa desazón?...
Ambos dos sin saberse ni  escucharse se sentían próximos. Sudorosos libraban una lucha cercana y, curiosos, como si se tratase de su pantalla táctil, con pulsos temerosos, ampliaban su emoción.   

El raso suave y terso deslizaba sedoso su tacto.  

Se fueron recorriendo y tanteando, con mucho vértigo y a ciegas, todo su cuerpo desde la punta de sus pulgares, por sus largas y tersas piernas. Sus manos subían sigilosas y ociosas, a ratos morbosas, a ratos temerosas por las trémulas espaldas. Todo un sendero de sensaciones a veces dolorosas, a veces tumultuosas.   
¿Por qué esa sensación?
Algo poco usual les esperaba al  final de aquel cúmulo  de formas y texturas. De la seda al raso, de la piel al vello, saltando de un músculo a otro se encaminaban hacia zonas peligrosas. La imaginación y el deseo libidinoso crecían.
Sentían placer y a la vez un mareo, un desequilibrio mental y físico se apoderaba de los dos y…

¡Qué alivio, al final sonó la campana! ¡El juego terminó!
Ya podían liberar sus ojos, se quitaron las vendas. Se miraron y lanzaron
suspiros y  sollozos  al contemplar la hilera de braquets que ambos lucían en aquellas lindas y últimas zonas por explorar. Todo iba bien. Siseando y ceceando se dijeron con risas y dificultad las palabras que terminaron su relato:
¿Te gusta el alambre?

Marina Defez

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