Llegar a conocerlo

Lo contemplo encandilada desde el ventanal, pegada al cristal para no perder ni un detalle de su semblante. Esbelto, alto, bello. Su melena ondulando…parece que vuela. La palidez de su piel, violada solo por un sonrojo espontáneo. Esa sonrisa fascinante que me deslumbra. Sus rasgados y dulces ojos, color caramelo. Los andares suaves, seductores, melodiosos. Lo sabe, lo siente y suavemente asciende su mirada hasta hallar la mía. Sonríe desvergonzado, sutil, sabedor de su poder sobre mí. Silabea con descaro: sos linda, vos. El temblor de mi mano, al saludarlo, desenmascara mis sentimientos.

Salta ágil al autobús, desaparece.

Me da vértigo no volverlo a ver. Me siento indispuesta con solo pensar si muero sin llegar a conocerlo. La sensación de desasosiego me  tambalea. He de asirme  al espejo para no caer y él, dolosamente, me enseña el motivo de mi desazón: no soy capaz de sonreír. 

Terapias, libros, charlas de sicólogos, nada es suficiente para paliar mi inseguridad. 

Tengo la posibilidad de conseguirlo yo sola, proclamo. Luciré mis brackets sin complejos, chillo al aire.

Es lunes, son las seis. Arrojo el asqueroso uniforme  escolar en el sofá, selecciono una llamativa blusa azul, la falda plisada  y unas sandalias. Cepillo mi largo cabello hasta hacerlo brillar. 

Desafío al espejo con osadía. Soy preciosa, le espeto. Sonrío con los labios cerrados. Lentamente asoman  mis dientes. Vuelve la angustia, la ansiedad.  Imposible seguir con mi reflejo.

Unos segundos después, consigo descender por la escalera, serena, esperanzada, gozosa incluso.

Atravieso el patio, temblorosa abro la puerta, llego a la calle y lo distingo a lo lejos. 

Apresura el paso. Llega a mi lado, dichoso, feliz. Yo estoy paralizada, el vértigo vuelve, mis labios se quedan sellados. Extiende sus cálidas manos y yo me sujeto a ellas hasta que le duelen. El desánimo, el desconsuelo me asaltan invasores. Me desvanezco en sus brazos ¿Falleceré sin conocerlo?