Ella se
asomó a la ventana, sus ojos contemplaron el increíble panorama
del cielo se habría salpicado de agua la calle. Lluvia de otoño
pero de un otoño que el confuso calendario marcaba como Primavera.
Daba igual en otoño y en primavera la lluvia es un testigo mudo de
los aconteceres porque en aquel infausto año ni la lluvia ni el
frio habían abandonado la tierra.
Ella se
preguntaba porque durante todos aquellos meses cansinos, el tiempo
había permanecido inmutable , perenne siempre frio, helado. Las
nubes anunciaban la simetría pero lánguidamente la temporada no
mejoraba y esto presagiaba un sordo desamparo pues el sol no
aparecía ni se veía ni por supuesto brillaba.
Sus ojos
comenzaron a chispear, lluvia de honda tristeza porque el tiempo
cálido solo era una ensoñación que recordaba días pasados.
Los jardines
de la ciudad resplandecían, ella necesitaba el sol para vivir, el
sol ardiente que presagiaba momentos alegres. No el frio y la lluvia
que anunciaban momentos injustos y recuerdos patéticos que
deseaba olvidar. Entre las piedras habían florecido líquenes, vaho
acristalados en las ventanillas de los coches y en las ventanas
pequeñas, diminutas gotas de agua... así era el invierno eterno, un
invierno sin concesiones, un invierno que calaba en los huesos que
petrificaba las almas, que teñía los corazones de un tono gris...
decían que el cambio climático que los dos polos se habían
juntado. Toda la naturaleza llena de frio y soledad.
¿Qué motivo
supone la no llegada del Verano que este se hubiera
convertido en un Invierno mezquino? Que poblaba todas
las avenidas y erizaba los
cabellos
en un conato febril de que la cálida atmósfera retornara.
Sus ojos
seguían inundados a juego con el cielo y de él se desprendían
copos de nieve. En pleno Verano la playa era irreconocible, las olas
mágicas, ondas cubiertas por pequeños bloques de hielo; La gente
miraba el fenómeno pero nunca supusieron que el
fantasma del mal tiempo permanecería allí durante milenios por
dejar que los desalentados
corazones y sus mudas gargantas se enfriaran hasta que por fin,
después de torcidas épocas el beneficioso y ardiente sol volviera a
la tierra.
TINA
ALARCÓN I
Elvira, tu relato me congeló el aliento! Pero "los ojos siguen inundados de juego", por eso al final sonreí.
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