domingo, 3 de noviembre de 2019

El eterno invierno

Ella se asomó a la ventana, sus ojos contemplaron el increíble panorama del cielo se habría salpicado de agua la calle. Lluvia de otoño pero de un otoño que el confuso calendario marcaba como Primavera. Daba igual en otoño y en primavera la lluvia es un testigo mudo de los aconteceres porque en aquel infausto año ni la lluvia ni el frio habían abandonado la tierra.
Ella se preguntaba porque durante todos aquellos meses cansinos, el tiempo había permanecido inmutable , perenne siempre frio, helado. Las nubes anunciaban la simetría pero lánguidamente la temporada no mejoraba y esto presagiaba un sordo desamparo pues el sol no aparecía ni se veía ni por supuesto brillaba.
Sus ojos comenzaron a chispear, lluvia de honda tristeza porque el tiempo cálido solo era una ensoñación que recordaba días pasados.
Los jardines de la ciudad resplandecían, ella necesitaba el sol para vivir, el sol ardiente que presagiaba momentos alegres. No el frio y la lluvia que anunciaban momentos injustos y recuerdos patéticos que deseaba olvidar. Entre las piedras habían florecido líquenes, vaho acristalados en las ventanillas de los coches y en las ventanas pequeñas, diminutas gotas de agua... así era el invierno eterno, un invierno sin concesiones, un invierno que calaba en los huesos que petrificaba las almas, que teñía los corazones de un tono gris... decían que el cambio climático que los dos polos se habían juntado. Toda la naturaleza llena de frio y soledad.
¿Qué motivo supone la no llegada del Verano que este se hubiera convertido en un Invierno mezquino? Que poblaba todas las avenidas y erizaba los
cabellos en un conato febril de que la cálida atmósfera retornara.
Sus ojos seguían inundados a juego con el cielo y de él se desprendían copos de nieve. En pleno Verano la playa era irreconocible, las olas mágicas, ondas cubiertas por pequeños bloques de hielo; La gente miraba el fenómeno pero nunca supusieron que el fantasma del mal tiempo permanecería allí durante milenios por dejar que los desalentados corazones y sus mudas gargantas se enfriaran hasta que por fin, después de torcidas épocas el beneficioso y ardiente sol volviera a la tierra.



TINA ALARCÓN I

1 comentario:

  1. Elvira, tu relato me congeló el aliento! Pero "los ojos siguen inundados de juego", por eso al final sonreí.

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