lunes, 4 de noviembre de 2019

Yo controlo 

Un amplio y luminoso salón nos envuelve. El jardín de diseño, se intuye a través del ventanal. Estamos en sendos sillones que nos enfrentan. Es el 7 de abril de un año cualquiera, pero que preludia otra década. Es mi cumpleaños. Por eso la he invitado, para conocer su veredicto.
Parece una muñeca dejada caer, los brazos y las piernas  laxas, flotantes. La cabeza agachada. ¿ Está durmiendo o sólo manifiesta indiferencia ?
Suave,  pero firme, alzo  su barbilla con mi índice derecho, hasta conseguir que nuestras miradas coincidan. Lo quiero así. Yo dirijo la escena.
La misma cara, sin duda, aunque la suya no está surcada por las señales del tiempo; sus ojos parecen más grandes que los míos. No es el tamaño, es el brillo y la curiosidad que emanan, lo que los engrandece. ¡Ah! y la sonrisa. En ella sí diferimos, no la tiene contaminada por los esfuerzos. Es radiante, sincera, hasta insultante, a veces, de tan hermosa.
-¿ Qué tal estás, querida ? le pregunto, mientras tomo sus manos con las mías, como agarrándome al pasado que nos hace una.
Me devuelve la pregunta con sus ojos. Comienzo lo que intuyo va a ser un monólogo: 
-¿ No lo ves ? Subrayo mis palabras con la extensión de mi brazo al que muevo, circulante, para que se fije en la casa que habito. 
Sigo: 
-Aquí me tienes, disfrutando de un primer y único marido, de dos hijos, chica y chico, como no podría ser de otra manera, de un trabajo apetecible en el que soy la jefa y un perro de raza, como colofón de una placentera vida occidental burguesa. 
Puedo desarrollar, y mucho, el breve resumen, pero sus facciones, algo contraídas, me aconsejan no hacerlo.
Sin palabras es capaz de indagar : 
-¿  Te fuiste con Miguel de la Cuadra Salcedo a esa ruta que te propuso, en su día? 
-¿  Qué fue del año sabático para una inmersión lingüística, sin importar realmente el idioma en el que zambullirte? 
-¿  El máster de interpretación cinematográfica quedó aparcado ?  
-¿  Encontraste amigas enamoradas de la vida o sigues con las que yo conocí,  casadas con su status? 
Presiono fuerte la palma de su mano para detener el interrogatorio. Lo consigo. Soy yo la que sigue mandando. 
También soy yo la que tiene contraídas las facciones, la que transpira más de lo normal. Me ha hecho sentir incómoda. Ella lo sabe. Las dos somos conscientes de esa versión amenazante de mí misma. Por eso la cito muy de tarde en tarde.
Me recompongo. Respiro hondo y vuelvo a controlarlo todo.
Le hago partícipe de la fiesta que me he organizado. El hacerlo yo  tiene la ventaja de no llevarme ninguna sorpresa. Se lo he tenido que explicar por el sarcasmo que delataba su media sonrisa. 
Se oyen voces cerca de la entrada. Las siluetas de mi marido, de mis hijos y de una docena de invitados se van acercando a la puerta.
Le digo que me acompañe a abrirles, que se quede a observar. Es discreta y nadie lo notará.
Se ríe ruidosamente, con ganas, desde el interior. 
Se acerca, por detrás,  a mi oído y me hace propuestas : 
-Abre la puerta, coge los regalos y después de besarles diles que celebren tu cumpleaños sin ti, lejos de aquí. 
-Luego regresa conmigo. Agita mucho el Moët Chandon y dispara el tapón hacia esa horrorosa lámpara  que te regaló tu cuñada a tradición, rómpela en mil pedazos; duchémonos con el champán y chúpalo, en vez de beberlo; no apagues las velas, ni siquiera las pongas, no quieras recordar tu edad, que tanto te pesa; la tarta hemos de tirárnosla y, embadurnadas con ella, comer los pedazos con las manos, con la boca , encima de esa mesa móvil que es nuestro cuerpo. A bocados, aún clavándonos los dientes en la carne. 
Me he ido excitando a medida que iba calando en mí su mensaje, convencida de la genialidad de la idea. Me siento salvaje, feliz. El reto me enloquece. Estoy dispuesta a eso y a más.
Pero, sin saber cómo, vuelvo  en mí. Sin desearlo, giro rápidamente, la cojo fuerte de los hombros, me acerco a ella y sin soltarla beso con furia sus labios.  Engañada , se deja llevar por mi pasión, abre su boca para que yo introduzca la lengua sin dificultad y aprovechando su entrega la succiono entera.
Estiro mi ropa, aliso mi pelo, paso los dedos alrededor de los ojos, por si hay algún resto de rímel delator. Tomo aire, abro  la puerta e invito a entrar a los de afuera. 



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