martes, 10 de diciembre de 2019

la cala

En septiembre del 2016, la cala de mis sueños ardió.


De todas las playas y calas del mundo, no hay otra para mi que la cala Granadella en Jávea. Su magia conmueve el alma y su pura belleza sosiega el espíritu. Cuando la descubrimos eramos pequeños, muy pequeños y no acertábamos a comprender en que radicaba su profunda y misteriosa belleza. A media tarde nuestros pies, sin sandalias, resbalaban por aquellos puntiagudos cantos, las piedras de la luna, cristalinos átomos de tierra que moraban allí. Nos sentiamos los reyes de la naturaleza en mitad de aquel libertario paraíso acompañados por los árboles, los pinos. Cuando la música del mar, su cadencia, los acariciaba, emitían una canción salvaje. Después continuaba el rito, nos metiamos en el agua y nos cubría, y así las risas se cunfundían con las olas e íbamos adentrándonos lejos de la abrupta orilla, donde las ondas del mar se perfilaban blancas y verdes.
Pero una tarde, aquellos intrépidos buceadores, se metieron entre las cuevas oscuras, las simas esotéricas, los laberintos. Mis hermanos nunca hacían caso, perseguían a los monstruos marinos y a las serpientes de colas sinuosas. Sus rostros desaparecían en la lontananza, buscando en las aguas trasparentes su destino.
Aquella tarde un despiste incierto los acompañaba al final de la cala, en el montículo primigénio, donde las olas chocaban buscando alguna llave mágica que los condujese al Vallhalla. La morena cabeza de mi hermano mayor desapareció, nunca encontraron su cuerpo. Siempre le había oido decir que la cala moriría con él, dudaba del poder regenerador de Granadella para reinventarse a sí misma, para surgir de sus propias cenizas como el ave fenix.
Después de tres años, después que el incendio asoló la bendita cala. La granadella estaba igual, con sus laberintos, sus seres malignos, sus serpientes de colas sinuosas, sus cantos rodados y el silencio
de sus mareas y la voz de mi hermano perdida entre las copas de los pinos, porque los intrepidos,
los valientes, son tragados por las olas nacidas de los recuerdos olvidados.

TINA ALARCON

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