miércoles, 4 de diciembre de 2019

La niña Lola

de Liris Acevedo Donís

Ahí están. Y el maldito tambor en mi cabeza. Brumduro, brumfuerte, esa locura que me mata.

Allí están. La misma marcha, masa, todas gritando como locas Bestias, malditas. Tantas mujeres juntas, qué peligro. Y la policía ahí como si nada. Los hombres nos hemos vuelto unos cobardes.

Allí estás. Con la cara de tonta, la inocente que no rompe un plato. Como si no te conociera. Allí estás con esa loca amiga tuya que apenas volteas ya está hundiéndote el puñal. Todas hablan mal de mí, lo sé, me descosen a chismes. Como si no las conociera. Como si fueran a salvarte cuando estás en las malas, tus grandes amigas. Todas rompen tambores, todas dándole duro como si fueran el pobre cuerpo del hombre que odian, con sus pies y su culo enorme gritando tonterías. Y tú ahí, cobarde. Luego vienes a esconderte donde mí porque sabes que te quiero. Maldita Tú y todas ustedes juntas. Mira que irte así.

Desde la esquina, escondido, Pedro busca a Lola entre la turba. Mira la marcha de mujeres como un río que pasa frente a él.“Si tocan a una, nos tocan a todas” corean. Pedro tapa sus oídos, da un paso atrás buscando esconderse mejor. Cuando le asalta la rabia, encuentra valor en su bolsillo. Mira que dejarme sin cena. Sabes que trabajo hasta tarde, que me levanto temprano y no sé hacer un huevo, lo sabes. Iría a por la barra de pan, le dijo, que ya volvía, sabe que no me gusta comer sin pan. Pero espera cinco minutos, diez. Sospecha que Lola se unió a la marcha, ella venía diciéndome ¡que valientes esas mujeres todas juntas! viéndolas pasar bajo el balcón. ¡Unas locas es lo que son! ¡Sin marido y sin ropa qué lavar! Pero en casa no sabe estar. Busca sus zapatos. Abre la gaveta de la cocina. Mira la sopa con el platico azul encima. Coge el cuchillo, lo mete en su bolsillo. Escucha la marcha. Se asoma al balcón. Ella no sería capaz.

Lola, a pocos metros de su casa, mira hacia atrás por sobre el hombro. Siente que la persigue. De fiato corto, apenas ruego, coge más fuerza a cada paso dejándose llevar por el río de mujeres que corea consignas. Aún tiene el miedo temblándole adentro, la mejilla izquierda amoratada, debí decirle que me quedaba donde Bea. Ojalá vea que le dejé la sopa sobre la cocina tapada con el platico azul. Puede cenar si quiere. Pero Pedro estará ofuscado esa noche, Lola lo sabe. Hasta que no regrese a casa y le pida perdón. Saca del bolso el pañuelo morado que le dio Virgilia, de un morado más brillante que su mejilla, y temblando se une al coro ¡No es no, lo demás es violación! ¡No es no, lo demás es violación!

¿Estás bien? Le dice la compañera a su lado.

Lola asiente bajando la mirada. Aún puede llegar y arrastrarme a casa. No es igual estar aquí que ver la marcha desde el balcón, dice la mujer a su lado. Lola asiente y sigue, unida al abrazo de la larga hilera de mujeres ¡Si tocan a una, Nos tocan a todas! Muda. Mudísima. No acierta a repetir lo que escucha pero marcha. Esta vez marcha. No está sola desde su balcón oyendo el clamor. Ahora sus pies pisan el mismo piso de tantas mujeres, y su cuerpo, es voz en medio de la noche “¡Sola, borracha, quiero llegar a casa!” Sí, eso quiero, se atreve a pensar. La calle, la noche, también son nuestras” en medio de tambores, cada vez más ella, convencida de que otra noche como la última no sobrevive. “¡No es no! Lo demás es violación”. El ardor, las náuseas. Pero está marchando. Si él quiere, puede calentarse solo su cena. Pero se detiene. No. No lo hará. “Ni un paso atrás” “Ni un paso atrás”. Y su padre le grita, y su hermano le grita, y su marido le grita. Por eso esta noche Lola marcha aunque no se atreva a abrir la boca. Con la pañoleta morada en un puño, mira sus pies marchando. Mira los pies de todas juntas, los de la mujer de al lado, En cholas, dios, con este frío, pobrecita Sube la mirada y la mujer la abraza Denuncia archivada, mujer asesinada”.

Pedro se calza el otro zapato. Coge la chaqueta, baja los escalones. Un pan no tarda tanto, no me jodas. Mira que ponerme a trasnochar sabiendo que mañana madrugo para darte de comer. Pero no llegarás lejos esta vez. Siempre vuelves mansita cuando te echas al mundo ¿Acaso no soy yo quién te compra el champú de romero que te gusta?¿quien te trae bombones cuando te viene la regla? ¿qué más quieres? ¿qué necesitas buscar afuera si todo lo tienes en casa?. Otra vez, el resonar de tambores vibra en su cabeza. Brumduro, brumfuerte, esta locura me mata. No eres capaz de sobrevivir sin mí, no confías en las mujeres. Pedro llega a la calle. Corrobora en su bolsillo el metal filoso. Busca entre la turba el vestido azul, el cabello largo de Lola.

Pero Lola ya no mira atrás. Siente el latido bravo, brioso, rústico, antiguo, de los pies rompiendo contra el asfalto. Miles, millones de pies andando con los de ella. A esta hora no duerme, me escucha detrás de las paredes. Si cojo un vaso, si lo rompo, si escancio menos vino en la garrafa, si pongo un pie en falso. Me espía en cada movimiento. Si al teléfono no es mi madre se enfurece, aunque me llame Bea. Ni de su propia hija quiere saber. Los tambores hacen un ¡Alto! ¡Una compañera ha caído! Las mujeres ayudan a la que se cayó, le ofrecen agua. ¡Vino, queridas mías. Mi cuerpo pide vino! Y entre risas retoman las pancartas “Estoy hasta las tetas, de hacerte las croquetas”. Lola susurra el lema ¡En alto, tonta, que él te oiga! Lola con timidez repite tapándose la boca “Estoy hasta las tetas...de”. Ríe. ¡Bien, ahora más alto! y ahora nadie la detiene. No sabe dónde dormirá esa noche, ni si Pedro cenó la sopa, el miedo es agua diluyéndose por su cuerpo. Entonces, por detrás, en medio de la turba, una mano la alcanza ¡Lola!

Lola calla, suelta la pancarta. Casi no respira. Se da la vuelta.
- ¡Mi niña Lola, viniste! 

Virgilia se le echa encima. Lola se deja abrazar petrificada.“¡Virgilia...lo dejé sin cenar!”

-       Y se echan a reír a boca de jarro. Virgilia ve el morado en su mejilla, se quita su pañoleta morada y la pone en su cabello largo haciéndole un atado florido. “El patriarcado nos da patriarcadas, ¿no? ¿Entonces? ¡Vamos que no te oigo! “¡El patriarcado nos da patriar...qué?!” "¡Fuerte, que te oiga!"“¡El patriarcado nos da patriarcadas!” Lola repite riendo, cada vez más alto. Más alto. Altísimo. 

Pedro se cuela entre consignas acariciando en su bolsillo el metal. Con este frío, sin nada en el estómago, así es que me obligas a salir, estúpida, camina bufando. Estas cosas no se hacen...

Allí la ve, muerta de risa. A su Lola.

 “Ni un paso atrás” “Ni un paso atrás”

Ahora sí te vas a reír con ganas, y se lanza a empujones, entre codazos. 

Una pelirroja advierte ¡Mujeres, otro loco! 

La policía avisa a la patrulla, A nivel de EVO Banco. Gran Vía. Copiado. 

Brumduro, brumfuerte, saca el filoso cuchillo. Virgilia se interpone ¡Corre Lola! ¡Corre! Su brazo sangra, Pedro se levanta con más fuerzas, va hacia Lola. Pero Lola no se mueve. Se queda junto a su amiga esperando al cobarde que la ha herido. El resto de mujeres la rodea en hoguera ¡Ni una más! ¡Ni una más! ¡Ni una más! La policía sujeta a Pedro, lo inmoviliza. "Si tocan a una, nos tocan a todas!" Y el resto de hombres se planta junto a ellas como un escudo. 

Cuando se lo llevan, escupido por la turba, Lola mira a Pedro a los ojos. Pero esta vez no tiembla. Esta vez sabe que no está sola. Que es fuerte. Más de lo que creía.

Noticiero:
Granada, 25 de Noviembre de 2019. En la marcha por el día en contra la violencia machista, mientras las mujeres marchaban en mitad de la avenida elevando consignas contra el maltrato, un hombre salió de la turba empuñando un puñal, y embistió contra una de las mujeres marchantes a la que intentó herir. La mujer lo evadió, pero hundió el puñal en otra de sus compañeras. El hombre fue apresado por la policía ayudado por el resto de mujeres que lo retuvo. Permanece detenido hasta aclararse lo ocurrido.


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