La Naranja
Cuando
bajé al patio, para realizar la compra preceptiva
del confinamiento; iba cabizbaja, triste, pensativa. No
había nadie, pensé que todos los vecinos estaban encerrados en sus
casas. Cada uno con su historia más o menos vulgar, corriente... pero
con su historia.
Al
salir a la calle, me encontré a marcianos, que como yo iban a
comprar a Mercadona, marcianos que también tenían su historia.
Como
en el piso de abajo, la asistenta en un rapto de impaciencia y de
locura había acabado con el viejecito de la silla de ruedas...porque
le había pedido una naranja... y a ella se le había olvidado
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