martes, 19 de mayo de 2020

Noches de luna llena, de Teresa




En las noches de verano, me encanta sentarme en el porche de mi casa, apagar las luces y mirar el cielo en todo su esplendor. Pero sobre todo, lo que me gusta es ver cómo se comporta la luna, saliendo en cuarto creciente, menguando en cuarto menguante y desapareciendo totalmente por el fenómenos de la luna nueva. Reaparece después en toda su plenitud si la noche es nítida, y hace que se desate mi imaginación. 
Puedo ver en ella sus cráteres, sus océanos secos, sus desiertos. Veo las imágenes que yo quiero, su superficie es cómplice y real, veo bailarines bailando, manadas de lobos, rebaños pastando. Me gustaría verme en ella, haber pasado de la Tierra a la luna. Pero ¿qué haría yo desde la luna? ¿mirar la Tierra? ¿y qué vería? Lo imagino: una esfera con grandes fosas de agua, tierras con verdes y frondosos bosques, y también desiertos, todo esto desde su superficie. Bajo la luz de la luna vería destrucción, me horrorizaría el grado de degradación al que ha llegado nuestro planeta, los mares contaminados, los bosques diezmados, el halo de contaminación alrededor de la Tierra y a los humanos cooperando en esas formas de destrucción. 
Los humanos irremediablemente están contribuyendo a la destrucción el planeta, por no decir que son responsables de ello. Y también se destruyen entre ellos, hay interminables focos de violencia, hambrunas, grandes desigualdades sociales, de las que todos somos conscientes pero miramos hacia otro lado, literalmente les damos la espalda.
Solo algunas voces se alzan para advertir del desastre terrícola que más pronto o más tarde estallará. No se hace nada para remediarlo, los compromisos a los que se llega realmente no lo son. 

Dejo volar de nuevo la imaginación y veo a la Tierra regresar a sus principios con una humanidad que la ha arrasado. Sólo han quedado muy pocos humanos y sobreviven como pueden de la manera más primitiva. Atrás quedaron los adelantos tecnológicos, todas las desigualdades, toda la ciencia que había mandado- y esto no es imaginación, es verdadero- al hombre a la luna. Porque en ella sí que hay una huella humana, la marca del pie de un ser humano pisando el desierto lunar. 
Yo simplemente imagino que estoy en ella y me pregunto cómo va a detener el desastre, pienso desde la luna. No tengo la respuesta, solo la conciencia de que el planeta Tierra está en peligro si la inconsciencia humana no lo remedia. 
Me pregunto: ¿qué podría hacer yo? Y la respuesta me viene de la imaginación: quedarme en la luna, la imaginación lo puede todo, la realidad lo hace imposible.


Adjunto un fragmento del poema de la historia de Iza, de Grace Ramsay, que fue escrita en 1869 pero parece escrita en nuestros días:
 
Y cuando el peligro terminó
Y las personas se encontraron
Lloraron por los muertos
Y tomaron nuevas decisiones…
Y soñaron con nuevas visiones
Y crearon nuevas formas de vida.
Y curaron completamente la tierra.
Justo cuando fueron sanados.

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