Para ir a hacer la
compra, tengo que pasar por un parque. Aquel día de primavera era
perfecto, el sol calentaba lo suficiente pero no hacía calor y solo
corría una ligera brisa, así que me senté en un banco. Estaba
lleno de niños jugando. De pronto, me fijé en una niña que se
estaba columpiando, me recordó a alguien y la miré fijamente, ella
también me miró a mi. Hubo un cruce de miradas y de pronto la niña
se bajo del columpio y vino a sentarse a mi lado; nuestras miradas se
volvieron a encontrar y se fundieron en una sola.
- ¿Te conozco? Preguntó la niña.
- Sí, yo también a ti. Le contesté.
- ¿Y de qué me conoces?
- Tú no lo sabes, pero yo sí. Te voy a hacer memoria. Ahora, ¿cuántos años tienes?
- Siete. Me contestó.
- ¿Y que le pasó a tu papá cuándo tenías 4 años?
- Me han contado que estuvo muy enfermo, a punto de morirse pero yo no lo recuerdo tan enfermo.
- Así es. ¿Y recuerdas con qué jugabas cuándo había mejorado?
- Pues no mucho.
- Yo te lo diré, con las botellitas que le habían administrado para curarse, las pasabas de un pozalito a otro. Este era tu juego preferido.
Al instante, la niña
recordó.
- Sí, jugaba con unas botellitas, es verdad. Entonces, ¿me conoces? Yo a ti no, porque eres una señora mayor que no he visto nunca.
- Pues esta señora mayor te va a recordar muchas cosas, te vas a ir haciendo mayor y cuando tengas 15 años serás rebelde y luego estudiarás. Serás una buena estudiante. También tienes una hermana, ¿no?
- Sí, tengo una hermana mayor que yo. Pero, ¿quién eres? - me volvió a preguntar.
- Imagínatelo -le dije yo.
Ella no contestó, pero
nuestras miradas se volvieron a encontrar y se le iluminaron los
ojos.
- Cuenta, cuenta. Me dijo.
- Vaya, con que quieres saber. Habrá un momento importante en tu vida, tendrás que decidir. Tu padre se pondrá muy enfermo y con 29 años tendrás que tomar decisiones importantes. Serás enfermera, ¿sabes? Tu madre y tu hermana se apoyarán en ti para tomar decisiones. Tu padre tendrá cáncer. Cuando lo ingresen para administrarle quimioterapia yo estaré allí y tú también, aunque no lo sepas. Yo iré a verlo todos los días por la mañana, pues trabajaré en el mismo hospital. Porque cuando salga de trabajar no subiré a verlo. Pero aquel día tendré una intuición y subiré a verlo inesperadamente. Él no estará en la habitación y lo encontraré en la sala de estar de los pacientes. Estará llorando. Nos impresionará. Le preguntaré que por qué llora y me responderá que le habían bajado a la sala de cobalto donde van todos los que tienen cáncer. Él no lo sabía. Yo le diré que es solo para una prueba y se tranquilizará. Me iré con el corazón encogido a casa de nuestros padres. Sí, no pongas esa cara. Y se lo diré a nuestra madre y a nuestra hermana. Les preguntaré si hablo con el médico para no administrarle la cobaltoterapia y si están de acuerdo. Ellas me dirán que sí. Pero la responsabilidad sera mía, la que me corresponderá por mi profesión y confiarán en mi plenamente. Al día siguiente hablaré con el médico y le comentaré lo que había pasado y el me contestará que se le iba a administrar cobaltoterapia por protocolo y que si no se lo administraba el resultado será el mismo, ya que le pronosticaron 5 meses de vida. Eso sí, tendrás que firmar la renuncia a ese tratamiento específico. Y firmarás. Cuando el médico pase a ver a mi padre a la mañana siguiente yo estaré allí y tú también. El médico le dirá que no le dirá que no le hacía falta el cobalto. A nuestro padre, porque ya sabes que es nuestro padre, se le iluminarán los ojos e incluso mejorará. Morirá en mayo, como habían pronosticado los médicos: 5 meses.
Ella me miraba fijamente.
Entonces me preguntó:
- ¿Todo eso lo tendré que hacer yo?
- Sí, todo eso y muchas cosas más.
Nuestras miradas se
volvieron a fundir en una sola mirada. Eramos ya una sola. De pronto,
sentí como un despertar. La niña ya no estaba. Miré el columpio y
estaba vacío. Nadie se columpiaba en él.
La vida, pensé, es como
un columpio, es como un balanceo, más rápido, más lento, hacia
delante, hacía detrás, pero en algún momento debes bajar de él
para caminar hacia delante, vivir todos los momento que te depare la
vida con quizá inquietud pero también con vigor y serenidad.
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