Liris Acevedo Donís
I
Sonríe
al entrar al palco con su ortodoncia perfecta, abrazando a la viuda que se la ha
financiado en cómodas cuotas. Mirada de águila, recorre la sala palmo a palmo,
y allí la divisa. La chica que la noche anterior le negó el beso. Detalla su cintura,
su andar de gata. Sus manos, que no la asieron, sacan del bolsillo el pañuelo y secan su calva sudorosa. Bajan las luces. El abrazo congelado de la viuda se
desvanece cuando la barca, sobre el escenario, deja el puerto. Abajo, la chica en
la oscuridad, sube los ojos.
Aforismo
El amor se desdobla
cuando es respuesta al miedo que lo repliega.
II
Hace
cruces al aire desde el púlpito. Cierra su biblia. La mirra esparce su aroma dulce
entre hileras de bancos y la última fiel se inclina a besar su mano. El
sacerdote bebe un poco más de vino. Saborea hasta el fondo el metal de
la sangre sagrada y limpia con el reverso de su blanquísima manga, la comisura
de sus labios. La iglesia es sólo ecos. Baja las escaleras de caracol. Saca de
su cintura la llave antigua. Abre el pesado portón. Atado a la columna, está él. Lívido,
ojeroso, desnudo. Tal como lo dejó. Con una esponja se
acerca a humedecerle la boca, pero él grita. Quizás esta vez, alguien allá arriba, lo escuche.
Aforismo
Luz o sombra. Entre ambos está el dios que no te habita.
Perdona también el desamor. Sólo para evitar que también te engulla.
Entre blanco y negro estás tú en todos tus contrastes.
III
Pobre niña, pensó la doña de visón, sacando un
billete de su bolso y echándoselo a los pies, junto a su perro, en mitad de la
calle. La niña agradecida le dio la flor más grande de su cesto, y se alejó
hundiendo huellas en surcos veloces sobre la nieve. Ya en su palacete, la doña
ante opípara cena, dejó de tener
hambre. Entonces, apartó el rosbif, vació su bolso sobre el mantel bordado, y sacó de allí
su rosa. Brillaba aún rojísima. Y voraz - el marido al fondo fumando un puro – se
comió, uno a uno, cada pétalo.
Aforismo
La riqueza es el regalo que nos colma.
La caridad le hace más bien a quien la da que a quien la recibe.
La caridad le hace más bien a quien la da que a quien la recibe.
El
dinero da la felicidad. Pero sólo si hay una flor de por medio.
IV
Y si ganaba el
concurso, ellos irían a París, le prometió. Entonces, después de amarse, ella hiló
frases desveladas junto a su rostro mientras lo miraba dormir durante toda la
noche. Y llegó el día, y anunciaron su carta ganadora cuando a su puerta llegaban un
par de zapatos carísimos que él le enviaba. La celebración es esta noche, le dijo el chico esperando firmara el recibo. Y esa noche, ella se echó al sofá con un buen vino y
encendió la tele. Allí, ebrio y en esmoquin, estaba él sobre el podio, dedicando el discurso de amor a su esposa. Un buche le quemó la garganta, y buscando dónde, miró los zapatos allí, tan impolutos.
Aforismo
Si no ves tu propia ceguera, siempre vendrá la vida a ponerte unas buenas gafas.
Alimenta
dos mundos y pronto sabrás que ninguno de ambos es el tuyo.
Di
la verdad de vez en cuando. Aunque sólo sea para que tu musculo de la
honestidad no se atrofie.
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