Desayunan en la
terraza. El sol de un otoño con retraso
les permite estar en manga corta. Ella pone la tapa a la mantequilla entre
tostada y tostada. Él se mira la mano con la que no sujeta el tazón de café con
leche.
-
¿Te has fijado que es en las manos
donde primero se nota la edad?
-
No, la verdad.
-
Mira estas manchas que tienes aquí – y
le coge una mano que ella separa en unos segundos.
-
Verás, no estoy hoy para observar el
paso del tiempo con tanta consciencia. ¿A qué hora has quedado con los de la
inmobiliaria para ver el piso? ¿Era en el barrio de La Luz, me dijiste?
-
Sobre las 12. ¿Por qué? ¿Vienes
conmigo a verlo?
-
No creo.
-
Me gustaría que me acompañaras.
-
Sí me imagino. Los hombres no vais
solos al médico, ni al cine, ni de viaje, no hay hombres solos en jornadas, cursos,
conferencias… y nunca vais solos a la playa.
-
Vaya, ahora eres tú la que se pone en
modo consciente .
Él
se ríe, se quita las gafas y las deja sobre la mesa. Ella recoge su plato y se
levanta. Recuerda las primeras veces que intimaron. Él se las quitaba cuando
iba besarla y ella temblaba desde el primer gesto porque sabía que no tenía
prisa en marcharse a su casa, que esa tarde no le esperaban pronto. Hoy no
quiere besos, sólo quiere acelerar lo que va a suceder. Cuando regresa de la
cocina con más café, él bebe su zumo y lleva las gafas puestas.
-
¿Cuánto tiempo llevo aquí en tu casa, cuatro
semanas, cinco? – le pregunta sin mirarla.
-
Cuatro semanas y dos días.
-
Cuatro semanas y dos días que me
hiciste sitio en el armario y me renovaste el cepillo de dientes.
-
Te separaste de tu mujer y lo viste
natural… Ni te planteaste vivir solo.
-
¿Y tú qué? ¿ No era lo que querías?
-
Sí…no sé… debí pensarlo más.
-
Todas estas semanas has estado muy
tensa. Yo creía que podríamos empezar
algo juntos.
-
Demasiado tiempo sola.
-
Pronto volverás a tener toda tu casa
otra vez para ti, tranquila.
Recogen la mesa entre
los dos. Ella friega lo del desayuno, mientras él se cierra en el baño. Se oye
el agua de la ducha. Ella recorre la casa quitando trastos o cambiándolos de
sitio, no sabe bien. Mira el reloj de su cuarto.
-
¿Vienes conmigo entonces?
-
Bien. Ahora me arreglo.
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